Va siendo hora de partir, ya tengo las maletas listas, el tren está por
llegar, estoy a un paso de dejar en la estación todo aquello que me ha hecho
tanto pero tanto daño. Guardaré en mi cuaderno todos los sueños que tenía en
esta ciudad y compraré otro para dibujar los que tendré en la próxima. Se puede
escuchar a la gente murmurar, nadie puede estar en silencio, aun no entiendo
porqué la gente puede hablar en una mañana tan fría cuando puede simplemente
pensar y guardar energías. Yo si permanezco en silencio, no digo ni murmuro
nada, porque se aprecia mejor el tiempo, porque se piensan mejor las cosas,
porque hablas contigo mismo y de paso también con Dios, no digo nada porque el
tiempo me dará la razón, cambiará las cosas, todo está escrito, para qué
hablar, no vale la pena.
Compro un café para endulzar y calentar la mañana, el sol no ha aparecido
varios días y creo que tampoco tiene ganas de aparecer, está en su momento de
jugar al escondite detrás de las nubes, pero las nubes son frágiles, y al final
el juego se le acabará y tendrá que aparecer, y cuando aparezca feliz a dar
calor ya estaré acostumbrado a este frio infinito, y me quejaré preguntándome
"¿Por qué hace tanto calor? Ya había olvidado el sol" y buscaré un
lugar frio donde esté feliz y contento.
Me termino el café, ha pasado una hora, el ruido de la gente continua,
muchos desesperan por partir pronto, yo también, pero en silencio como mencioné
antes. Después de una hora y media de espera y de beber un café, escribir un
poco, llega el tren. Es hora de partir. ¡Hasta pronto ciudad de mis viejos
sueños! me voy gracias a la Luna, lejos
de aquí, donde nuevamente vuelva a pintar un par de sueños mas.
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